domingo, 23 de agosto de 2009

Caminó a Caza



Después de recorrer con la mirada el pasillo del hospital decides recoger tus cosas y marcharte de allí. Tienes algunos detalles morbosos que atender así es que decides hacerlo antes que el hastío te llegase hasta el inicio de la medula espinal y arruinase ese momento de autentica fe.

Dos pasos lentos para llegar a la calle, tranquilo, que nadie se dé cuenta que estas huyendo, vuelta a la derecha, despacio, despacio, despacio... tres pasos más, el guardia se voltea, ya no mira, ya no mira... ahora a correr!!!!!


Continúas corriendo, sientes tu respiración agitada hasta que el corazón retumba en tu sienes y lo único que escuchas es ¡Pum pum, pum pum! te arden los ojos y los labios los sientes secos, como si hubieses tragado un puño de harina o arena. Te sientes agotado y a punto de desfallecer pero continuas corriendo, - hay que salir de aquí sea como sea - te decías hace quince minutos, cuando abrieron la hora de la visita, cuando las enfermeras aún están organizando quien comprara que para desayunar, cuando a nadie le importa si un loquito más escapa a la jungla de asfalto, al infierno en la tierra, al desierto de cemento y acero.


Continuas dos calles más... vuelta a la derecha, justo hasta ese estaquillo donde venden cerveza en bolsa, cigarros sueltos y cigarrillos mágicos.


Todos te miran pero no dicen nada, saben quién eres, hay algunos que saben el porqué estas así y no les extraña verte de nuevo, siempre es lo mismo y al rato o al día siguiente vendrán por ti, te regresaran al cuarto de tela dura donde has radicado los últimos meses de tu extraña vida, ahora ya no sabes quién eres, tanta electricidad te hizo olvidar todo, solo quedó el dolor de ser derretido por dentro, las arcadas que le siguen y los dolores en las manos que te quedan, eso sí lo recuerdas y no por completo, sientes que ya no existes, pero tenias que salir de allí, ¿para qué? no lo sabes... supones... pero no sabes... exactamente.


Te sientas en la banqueta y observas a la gente pasar, muchos te mira, unos te ignoran, muchos, ni siquiera se dan cuenta de que existes, eres un ser tan cotidiano que ya eres parte del paisaje, a nadie le importas.


Te incorporas lentamente y caminas - despacio - pero con paso firme, hay que conseguir comida y donde pasar la noche, no está bien dar molestias, y un recuerdo te viene a la mente.. Dos cuadras a la derecha.... tres cuadras derecho.... y vuelta... si allí encontraras lo que necesitas.


Caminas ya no hay prisa, lo conseguiste escapaste del sitio en el que te tenían prisionero, del sitio donde te inyectaban plomo liquido en las venas y donde hacen corre electricidad por tu cabeza para curar una enfermedad que no tenias pero que ellos creían.


Llegas a la puerta y la aporreas, dos segundos después un rechinido es precedido de una puerta abierta, ¡¡¡Mamá mi hermano se salió otra vez del manicomio!!!, ni siquiera te mira solo abre la puerta y te invita a entrar, ves como camina hacia una mesa y coge el teléfono, algo dice pero no consigues escuchar, te dice que te sientes y enciende un cigarro mirándote con mas asco que odio pero no deja de mirarte.


Diez o quince minutos después no estás seguro alguien esta aporreando la puerta, tu hermano abre y ves entrar en la habitación los demonios blancos, vienen por ti y traen las cadenas de tela con las que te amarran para darte de tragar esa papilla que sabe a plástico quemado.


Te sacan a golpes y empellones, estas desconcertado pero consiente, a tu madre jamás la ves, no salió ni un segundo. Por encima de los demonios blancos miras la cara de tu hermano y te encuentras con un odio que no es propio de hermanos, te resignas y te callas, cierras los ojos y comienzas a llorar hacia adentro, conoces tu destino, y no es nada alentador…