Pasaba la media noche, la ciudad comenzaba a dormir y el frio se incrementaba por el viento helado, había sido un día particularmente movido y los viajes en la ambulancia lo tenían harto; el ruido de la sirena, el aroma de la unidad, el tráfico endemoniado y el sol embravecido hacía que las noches fueran el mejor horario porque, aunque los olores y el ruido de la sirena continuaban al menos el tráfico era mucho menor y sobre todo, no había sol.
Roberto estaba
recostado en el asiento del copiloto, estaba agotado después del último viaje y
aún le faltaba la parte más desagradable de todo el proceso, lavar la
ambulancia.
De reojo miró el
reloj del tablero, si empezaba ya a limpiar estaría fuera a las tres de la
mañana por lo que descendió de la ambulancia para desperezarse y empezar con el
aseo y desinfección pertinente.
Caminó a la parte
trasera y abrió las puertas, un ligero tufo a carne podrida exhaló del lugar,
había manchas y sustancias viscosas regadas por el piso que hacían aún más
desagradable el trabajo; se puso unos guantes de látex, lentes de protección y
cubrebocas, encendió la kärcher y comenzó a limpiar el piso y las paredes
teniendo la precaución de quitar cualquier rastro orgánico, después vendría la
sanitización del lugar con químicos y al final otra tanda de agua tratada a
presión era suficiente posteriormente habría que secar el interior y por
último, desinfectar; pero como Roberto era bastante vago solo limpió y secó sin
importarle todas las medidas sanitarias necesarias, guardó la ambulancia y se
disponía a partir cuando sonó el teléfono del garaje, dudó un instante en
responder pero no tenía más remedio así que se apresuró a bajar de la
ambulancia y al hacerlo algo había en el suelo que le rasguñó ligeramente la
mano izquierda, Roberto se revisó la palma pero solo vio una línea blanquecina
de piel rota muy superficial así que solo la frotó con el pulgar de la mano
derecha remojado con saliva mientras contestaba el teléfono que repiqueteaba
insistentemente.
- ¿Diga?
-Roberto ¿Eres tú?
-Si ¿Quién habla?
-El comandante
Arteaga
-Dígame
comandante
-Hay que ir a
recoger un cuerpo, Saúl no ha llegado y urge porque está en vía pública
-Es que ya me iba
-No puedes irte,
no ha llegado Saúl y tienes que ir a recoger ese cuerpo, ya después te iras
¿Quién te dijo que tienes hora de salida? Te veo en mi despacho para entregarte
la documentación del caso.
Inmediatamente la
voz del comandante fue remplazada por un clic, señal inequívoca que había
colgado, Roberto refunfuñó y pateó todo el camino pero no tenía de otra así que
a regañadientes fue a la oficina del comandante para recoger los documentos.
En la ambulancia vio
la dirección donde tenía que ir, confirmó en el navegador la ubicación y arrancó,
seguía sin creer su mala suerte.
En minutos llegó
al lugar que le habían indicado, era en las orillas de la ciudad muy cerca de
uno de los burdeles más grandes y conocidos de ciudad capital; cogió los
documentos y descendió, el lugar se encontraba lleno de curiosos mientras
algunos policías colocaban cintas amarillas acordonando el área, los peritos ya
se encontraban recolectando muestras y tomando fotografías, él solo
transportaba cadáveres.
-Busco al Dr.
García – preguntó al policía que se encontraba en la puerta mostrándole al
mismo tiempo su identificación y los documentos que portaba.
-Es ella –
respondió el policía casi sin mirarlo, indicándole a una señora madura de bata
blanca y anteojos rojos con una abundante cabellera purpura casi negro.
- ¿Dra. García? –
dijo Roberto mostrándole su identificación ¿Cuál es el cuerpo que hay que levantar?
La doctora lo
miró de arriba abajo e hizo un gesto de desagrado, Roberto no solo era muy vago
para realizar su trabajo, lo era en general y su apariencia más parecía la de
un carnicero que la de alguien que trabaja transportando cuerpos humanos para
el CEFO.
-Venga conmigo –
respondió la doctora y lo condujo por un pasillo hasta llegar a la calle
trasera y ahí estaba, ya lo tenían cubierto con una sábana blanca.
-Es todo suyo
-dijo la doctora mientras le entregaba el folder con los documentos debidamente
rellenados y firmados.
Roberto regresó a
la ambulancia y le dio la vuelta a la manzana hasta llegar a la calle donde
estaba el cuerpo, entró en reversa para facilitarle la maniobra, bajó la camilla
y se dirigió al cadáver, al descubrirlo sonrió con malicia - ¡Cómo me gustan
estas levantadas! – masculló para si mismo al ver que se trataba del cuerpo de
una chica relativamente joven y bonita a pesar de su condición y eso le
gustaba.
Roberto era nada
agraciado, alto, regordete, bastante calvo para su edad y usaba unos anteojos
enormes y gruesos lo que lo hacía lucir mucho más viejo de lo que era en
realidad, además tenía un problema de halitosis bastante severo por lo que no
dejaba de mascar chicles para enmascararlo y lo único que conseguía era
agravarlo, todo él en conjunto era un repelente femenino infalible y si a eso
agregamos que era un tipo bastante desagradable en su trato ya que era bastante
ignorante, tosco, majadero y muy confianzudo hacía que básicamente nadie, salvo
su madre y sus perros le tuvieran aprecio pero siempre había sido así, desde
muy chico ya era una persona bastante incomoda.
Terminó de
levantar el cuerpo y cuando estaba asegurando la camilla una idea le recorrió
todo el cráneo y sonrió nuevamente, se inclinó y dijo en un susurro: -No te
apures muñeca, yo te trataré bien, te voy a tratar bonito, nos vamos a divertir
ya verás. Y salió de un brinco cerrando tras de si la puerta silbando una melodía
inventada.
Camino a la
morgue varias ideas le pasaron por la cabeza, una más pervertida que la otra
pero todas sin excepción significaban ultrajar el cadáver, de manera muy
grotesca la mayoría de las veces.
Cuando llegó se
apuró en bajar la camilla y se dirigió a las planchas, sabía que por la hora el
forense no estaría así que tendría tiempo para disfrutar de su nueva amiga, la
acomodó en la plancha de en medio, ahí empezó a desnudarla y a acomodar cada
prenda en una bolsa diferente, era una tarea meticulosa pero la disfrutaba ya
que cada minuto que pasaba junto al cuerpo lo excitaba.
Una vez que
terminó de desnudar el cuerpo sacó el teléfono celular del bolsillo de su
pantalón y comenzó a fotografiarlo; con cada fotografía crecía su excitación y
mientras hacía las fotos con una mano con la otra no cesaba de frotarse sobre
el pantalón acariciando su miembro endurecido.
Una vez que sació
su morbo fotográfico comenzó a desnudarse, no sin antes acomodar el teléfono de
manera que podía videograbar todo lo que ocurriría en esa sala.
Comenzó besando
suavemente sus muslos, la textura fría y rígida de la piel de agradada, poco a
poco subió por el torso hasta llegar a la altura de los senos, mordisqueándolos
y manoseándolos toscamente, el cuerpo pertenecía a una chica de unos veintitrés
años de cuerpo delgado y bien formado, con senos voluptuosos y caderas anchas, por
lo que Roberto se sentía afortunado de poder tener a una chica como ella entre
sus brazos.
Se trepó como
pudo y después de humedecer el pene con saliva comenzó a penetrarla, cada
embestida sacudía el cuerpo y Roberto imaginaba escuchar gemidos placenteros lo
que lo puso frenético y después de unos segundos terminó en una eyaculación con
espasmos violentos y envestidas a un más profundas, Roberto estaba en otro
mundo, creía sentir los latidos del corazón de la chica sincronizados con los
suyos al igual que su respiración y así estuvo imaginando unos segundos hasta
que todo pasó, abrió los ojos y se vio ahí, despatarrado sobre un cadáver
inerte, tras regresar a la realidad intentó incorporarse pero al hacerlo sintió
como las manos del cadáver lo tenían abrazado y no podía moverse, Roberto
comenzó a asustarse y comenzó a forcejear pero mientras más lo intentaba más
fuerte lo retenía el cadáver obligándolo a luchar con todas sus fuerzas para
zafarse y al hacerlo se empujó de manera tan violenta que al hacerlo salió
despedido hacia atrás impactándose contra una mesa de exploración reventándose
la nuca muriendo casi de inmediato.
Tiempo después el
médico forense entró a la morgue y encontró un espectáculo deplorable pues
estaba el cuerpo de Roberto tirado, con los pantalones en los tobillos y la
nuca destrozada, en la mesa de exploración de enfrente estaba el cuerpo de una
mujer que tenía el reloj de Roberto en una de las manos y el piso, sobre otra
mesa de exploración el celular seguía grabando.