domingo, 28 de octubre de 2007


Manipulo la noche descomponiendo el distante instante en que me toca ser yo, mientras la luna me sonríe al derramar semillas de giralunas por todo el patio.

Completo historias jamas contadas, tarareo melodías inexistentes, parte estructural del mito de mi existencia. Lágrimas de hiel que humedecen rostros que no recuerdo, pero que conozco de algún modo, polvo cósmico que ensucia cualquier vestigio de pureza y ensoñación.

Mientras la muerte interpreta un adagio con la cítara de aquel ángel suicida que, herido en el corazón por causa de una extraña, arrojara sus restos inmortales hacia una segura inmolación en los ríos de fuego que brotan por las grietas de la melancolía y la desesperanza, millones de rostros femeninos desprecian mi existencia por no poseerlas, por deshabitar el sitio donde solía estar sin ser, por no colarme entre sus sabanas en las noches húmedas con olor a sexo y sangre.

Seres sin alma, ni esperanza crean un tormento circense al manchar las nubes de carmín para exaltar sus más bajos instintos, bailando desnudas las lascivas ninfas corrompen el distante instante en que muertas de celos lloran lágrimas pardas porque no pueden conservar el amor entre sus manos, porque no saben como hacerlo, pero lo ignoran.

Pero sigo aquí, siendo angustia, amor, desden y locura, y continuaré mi camino hacia ninguna parte, para descubrir que tan fuerte puedo ser, que tan solo puedo estar y que tan loco he de morir.

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