miércoles, 5 de octubre de 2011

Azar

Cuando abrió los ojos pudo notar que se encontraba completamente solo, lo único que había en la habitación aparte de él era una cama, un sillón y una mesa con una botella de vino tinto y una cajetilla con cigarros, nada más, pero aparte de él no había nadie más.

Permaneció tendido en la cama algún tiempo, no sabía a ciencia cierta qué día era, si aún era de noche o era de tarde, sencillamente no lo sabía y por ningún lado de la habitación se veía ventana o puerta alguna, lo que le perturbó aún más, ¿Cómo carajos llegué aquí?

Caminó hasta la mesa y encendió uno de los cigarrillos, la sensación de la nicotina entrando en su cuerpo le provoco un leve mareo, eso le agradó, destapó la botella de vino y le dio un trago, el vino recorrió la lengua y descendió por la garganta refrescándola un poco, dejándole un gusto afrutado, le dio otra calada al cigarro mientras avanzaba hacia el sillón contemplando todo a su alrededor y pudo percibir algunos detalles, como que el lugar estaba perfectamente iluminado sin embargo no podía distinguir la fuente de tanta iridiscencia, no había lámpara alguna o algún agujero por donde se filtrase la luz, no, nada, como si la luz surgiera de los muros y del techo formando una burbuja de luz por toda el área.

Terminó su cigarrillo y arrojó la colilla el suelo, pisándola al incorporarse, se dirigió a la cama, se recostó y cerró los ojos quedándose dormido casi al instante.

Un estruendo lo despertó con sobresalto, obligándolo a mirar en todas direcciones y justo sobre el sillón percibió un bulto. En el suelo estaban los fragmentos de la botella de vino y la cajetilla semivacía, él se incorporó y caminó lentamente, tallándose los ojos con las palmas de las manos, en verdad no entendía nada de lo que sucedía, repentinamente aparecía ahí y ahora esto, y la pregunta seguía flotando en el aire ¿Cómo carajos llegué aquí?

Conforme si iba acercando al sillón podía distinguir que se trataba de una chica y aún más preguntas asaltaron su cabeza, ¿De qué se trataba todo esto? ¿Quién es su compañera? ¿Cómo carajos llegó ahí? ¿Ahora que seguía? ¿Cómo saldrían de ahí?

Al llegar a la orilla del sillón la miró, era muy hermosa por cierto, con un rostro casi infantil, angelical. La contempló durante unos instantes, recorriendo su rostro con la mirada, subía por sus labios, por su nariz, recorría sus mejillas y descendía nuevamente hasta sus labios y continuaba descendiendo hasta llegar a su cuello; no avanzó más, cerró los ojos y dio media vuelta para casi impactarse con la mesa. Justo en ese momento se dio cuenta que la mesa era un poco más grande, al igual que la cama y el sillón, sobre la mesa había una botella de vino tinto y una de vino blanco, en el centro había una charola con quesos, carnes frías y aceitunas, dos cajetillas de cigarros y una libreta en blanco.

Él se quedó helado, ahora menos entendía lo que estaba sucediendo, desconcertado miraba por todos lados, de la chica a la mesa, de la mesa a la chica, de vuela a la cama y nuevamente a la mesa, estiró l brazo y tocó la botella de vino blanco, estaba húmeda y helada, con la temperatura exacta, la destapó y se sirvió en una de las copas que había sobre la mesa, el choque del vino con el cristal le provocó un gusto indescriptible, estas texturas le agradaban de sobremanera y el aroma que desprendía el vino inundaba todo el lugar.

¿Me regalas un poco? – escuchó a sus espaldas.

Al escucharla una descarga eléctrica le recorrió la espalda, era una voz melódica, aterciopelada y dulce.

Claro, tinto o blanco – respondió sin siquiera mirar, quería evitar verla de frente.
Blanco está bien gracias – y guardó silencio.

Un instante después le extendía una copa llena hasta la mitad mientras el terminaba de llenar la segunda copa, y aún no se atrevía a mirarla de frente.

Una vez que hubo llenado su copa sacó un cigarrillo, lo encendió y solo después de la segunda calada volteó a mirarla. Sus ojos eran hermosos, de un azul celeste claro, con una mirada penetrante y tierna al mismo tiempo, unos ojos enormes y expresivos que le robaron toda su atención.

¿Me regalas un cigarro? – dijo ella después de darle un pequeño sorbo a su copa.

El extendió la cajetilla y después dio un paso al frente para encenderle el cigarrillo, ella dio una calada profunda, contuvo el humo unos instantes y lanzó una bocanada de humo azul, mientras fumaba miraba la habitación sin mencionar una sola palabra, al igual que él intentaba comprender que estaba sucediendo, como había llegado ahí y como iba a salir de esa situación, pero había algo más que la inquietaba, ¿Quién era él, como se llama, sabrá algo que yo no?

¿Cómo? te llamas – preguntó él.
Sofía y ¿Tú?
Raúl
Y me imagino que no tienes la menor idea de que hacemos aquí, como llegamos aquí y que es lo que vamos a hacer.
No, no tengo ningún de esas respuestas – dijo Raúl – yo llegué aquí poco antes que tu, no sé cuantas horas, pero realmente poco, así que, creo que lo mejor es pensar juntos, y buscar juntos una salida o solución.

Sofía asintió con la cabeza y comenzaron a charlar, hablaron de miles de cosas, empezaron a contarse sus vidas respectivamente, coincidió que habían estudiado en la misma primaria, solo que ella iba tres años debajo de él, también pertenecían a la misma clase de natación y que era muy probable que en alguna ocasión se hubiesen visto en la sala de espera de la alberca publica a la que acudían los miércoles y viernes.

Mientras charlaban las botellas de vino se fueron vaciando, la charola de quesos esfumando y los cigarros consumiendo, charlaron largo tiempo, hablaron de todo un poco, contaron chistes y cantaron canciones, no sabían cuanto tiempo había transcurrido desde la primer copa de vino pero eso parecía ya no importarles, se estaban comunicando de maravilla, se sentían increíblemente bien juntos, sentían que estaban haciendo una comunión especial, que estaban creando algo, que estaban llegando a algún lado con todo esto.

Se levantaron torpemente del sillón entre risas y carcajadas, estaban ebrios y felices, caminaron abrazados cantando una canción de la infancia hasta llegar a la cama, allí se detuvieron mirándose a los ojos y guardaron silencio, sus labios se unieron en un pequeño y tierno beso, solo un roce de labios, un leve contacto.
Se desplomaron en la cama y se quedaron dormidos, instintivamente ella lo abrazo por detrás y así entraron en sueño profundo.

 Cuando Raúl abrió los ojos se sobresaltó, Sofía lo abrazaba por la espalda y se encontraban en una habitación, pero no era la misma, esta estaba completamente amueblada, con tocador, buros, espejo y ropa tanto de hombre como de mujer, y lo más importante, tenía puertas.

Raúl se incorporó y caminó hacia el tocador donde había varios portarretratos, en todas y cada una de las fotos estaban juntos, parecía que Sofía y él llevaban algún tiempo así, juntos y felices.  Salió de la habitación y por todo el apartamento había indicios de que efectivamente hacía años estaban juntos. Fue hasta la puerta principal y en la chapa colgaba un llavero con una foto, en ella aparecían nuevamente ambos, pero en esta ocasión la foto había sido tomada dentro de la habitación en que se habían conocido, Raúl miraba la foto y sonreía, jamás se había sentido tan bien y tan en paz, en verdad sentía que su vida era completa y que estaba feliz.

Regresó a la habitación y desde la puerta miro a Sofía tendida en medio de la cama, en verdad le parecía hermosa, perfecta, se acerco a ella y la abrazo, ella sin abrir los ojos lo jaló, lo beso tiernamente en los labios y también lo abrazó, mientras se encontraban fundidos en ese abrazo entendieron algo, no importaba desde hacía cuanto se conocían, lo importante era que se amaban y que estaban juntos, lo demás podía haber sido un sueño o simplemente un cuento.

1 comentario:

Beduina dijo...

Mi crítica es constructiva, me gustó el fundamento del cuento, atrapa y eso está fantástico, solo que hay palabras de las que podrías prescindir para que tuviera una belleza especial para el lector. Mis felicitaciones!